"Soy arquitecto y escritor, y hago las dos cosas.
Cargo esta especie de esquizofrenia como una mochila incandescente. He llegado a la conclusión de que la arquitectura y la narración van por caminos paralelos de esos que nunca se tocan, y nunca se tocarán.
El arquitecto es diurno, se tiene que levantar tempranísimo para ir a la obra; el escritor es nocturno, por lo cual se pasa gran parte del día tirado en la cama. El arquitecto toma taxis, subtes, trenes, colectivos, autos y barcos; el escritor toma apenas un avión de vez en vez, cuando lo invitan. El arquitecto se paga los pasajes, el escritor vive del garrón. El arquitecto recorre Buenos Aires; claro, las obras están en todos lados; el escritor se la pasa adentro de su departamento; claro, la imaginación está en la cabeza. El arquitecto consigue dinero semanal; el escritor gasta semanalmente y apenas si consigue algo de vez en cuando. Uno es racional, el otro es un mañero. Uno se afeita, otro se deja la barba. Uno trata de estar en línea, el otro se tira pedos, toma alcohol como si los hígados vinieran en los huevos Jack y el trasplante lo pudiera hacer hasta la tía Clota."
Además de llevar su blog Milanesa con papas,publica sus cuentos en otro de no menos apetitoso nombre: mandarinas dulces.Éste es el sonoro inicio de una de sus historias, El amor enfermo:"Saravia supo que ella estaba llorando por el sonido de sus tacos sobre el piso del subte. El taconeo también podía deberse a una espera nerviosa, aunque Saravia oyó la lágrima salir del ojo, deslizarse por un pómulo suave y detenerse en una zona muda, antes de caer al piso. La lágrima rodando por la mejilla hacía el ruido de una bolita de vidrio deslizándose sobre una fina lija.
"Oír adentro del subte da calor", pensó Saravia, mientras volteaba hacia ambos lados la cabeza, disimuladamente, para mirar. A la lágrima se sumaba la bocina perdida de un tren que cruzó; aplastada, taladrada, gastada, cortada en pedacitos y absorbida por el piso. La vibración le trepó desde los pies, le abrazó las piernas y los pantalones de vestir, subió como un enrejado de arañas por su cuerpo hasta la mano que se aferraba a la anilla de cuero."